viernes, 6 de enero de 2006

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El Mito del Escritor FronterizoHeriberto Yepes
Tijuana, México (27 septiembre 2003).-


Existe la literatura del norte de México. Es otra la duda: ¿dónde está el norte? El norte mexicano siempre ha sido fantasmático. Fue inventado en 1848, cuando la separación con Estados Unidos fue trazada en el nuevo dibujo político. Algo de lo que ahora es el norte fue, en un momento, parte del centro. La Historia nos reubica. El "norte" es el cuerpo tajado del país o un reacomodo óseo, lo que hemos reprimido para no memorizar la herida. El norte, en sí mismo, es un silencio.Los escritores del norte gozan y abusan esa condición de espejismos. Son a la vez oportunistas, portadores y víctimas del mito del escritor fronterizo. El mito fue conformado diluyendo en una sola figura una serie de expectativas: el escritor del norte debe ser elusivo, debe ser distinto al escritor del "centro" (Mesoamérica vs. Aridoamérica), debe tener final prematuro. El mito sigue vivo. He notado, por ejemplo, la tendencia reciente a declarar finalizada la "literatura fronteriza", una moda que ya pasó, y en esa aseveración ya está implícita la idea: la literatura del norte siempre desaparece. Actualmente "debe" desaparecer por varios submitos, entre ellos el principal cuajó para quitarles atención a los autores que se beneficiaron del auge comercial o la curiosidad crítica que se originó en los años 90, como fenómeno concomitante a la conciencia de que el norte es cada vez una zona estratégica de la mexicanidad. "La literatura fronteriza ya se acabó". La periferia volvió a hacerse invisible.Eso especulan, por ejemplo, los autores de La generación de los enterradores II. Una nueva expedición a la narrativa mexicana del tercer milenio, donde al analizar narradores norteños, se arguye que seguramente emigrarán o se rejuntarán a la Ciudad de México. Según ellos sólo hay un camino, y ese es el del Crack, lo cual deja claro que el Crack no es más que Canon. La firma fotográfica o la eñe que después del cañonazo perdió el peluquín.Se argumenta, pues, que el auge de la literatura del norte está a punto de acabarse o la literatura fronteriza es una moda, para obligar al escritor de esta región a reunirse al otro mito: la República de las Letras. Evitar la subdivisión, y conservar intacta la benemérita Unidad de Nuestra Literatura. "La Tradición".Pero el mito dicta escisión. El mito reza: hay que resistirse al centro, hay que oponérsele, como se le opuso Jesús Gardea en Chihuahua o Abigael Bohórquez en Sonora. El mito del escritor fronterizo deriva del mito del profeta en el desierto. El escritor del norte debe ser un extranjero. Debe estar aislado. Eso dice el mito. Eso desempeñan los sujetos que lo interpretan. Debe morir en su desgarramiento, como Robert L. Jones, el escritor gringocano de San Diego-Tijuana, muerto de alcoholismo en un motel. O Juan Martínez, el poeta gurú de toda una generación, trabajando en las calles de Tijuana, dice la leyenda, viviendo en una cueva. O Horst Matthai, el filósofo alemán refugiado en esta misma ciudad, para escribir sus libros de retraducción de los presocráticos y sus alucinantes teorías metafísicas-anarquistas. Todos estos escritores/personajes se vuelven modelo de las siguientes generaciones y así el mito se perpetúa. ¿Un mito masculino? El mito continúa hasta el presente, como un eterno retorno de lo norteño, una tradición maldita o una mala película.El norte posee un regionalismo acendrado. Un mandato que es a la vez agresivo separatismo ("haz patria, mata un chilango") y reconocimiento de su otredad. No olvidemos que Fernando Jordán llamaba a la península de Baja California "el Otro México" y que aquí Flores Magón hizo un territorio anarquista al inicio de la Revolución. No olvidemos, tampoco, que "California" comenzó siendo un isla imaginaria.El escritor del norte usa el mito, lo encarna, pero también se deshace de él, como Daniel Sada, que ya declaró cerrado su ciclo norteño para huir de los estereotipos y darle otra vuelta a su obra. El "norte" no es una fijeza sino un moméntum o una etapa de la metamorfosis. Para muchos, el norte está en el pasado o en el futuro, porque --muertas de Juárez, maquilas, narco, muertos del Bordo-- el norte en el presente duele demasiado. Ese es otro enredo del mito: ¿quiénes son los norteños? ¿Los que ahí nacieron pero ya se fueron? ¿Federico Campbell es un escritor norteño? ¿Lo fue Gilberto Owen? ¿Lo fue Alfonso Reyes? O un caso más reciente: Cristina Rivera Garza, nacida en Matamoros, radicada en San Diego, ahora en el centro. ¿Es La cresta de Ilión una novela sobre San Diego y Tijuana? ¿Dónde están los escritores norteños? ¿En el DeFe? No importa dónde estén los escritores del norte porque el norte no es una geografía estable sino una condición volátil, una diáspora. El norte es esporádico: desaparece y/o se esparce como las esporas. Esto es también parte del mito: un mito ambivalente, un mito autodestructivo. La luz se niega a sí misma.El mito del escritor del norte es severo. Él o ella debe permanecer en su sitio, dice. Debe hacer ese sacrificio, rehusar los beneficios de la Ciudad de México. Todos los que debieron irse, ya se fueron: tales bárbaros fundaron Tenochtitlan. Hay que escribir desde aquí. Crosthwaite dixit. No venderse al centro jamás. Aquí morirás. ¿Dónde está la nueva literatura del norte del país? En el Internet. En las páginas de autopublicación ("blogs") de la nueva generación, de Dolores Dorantes a un servidor. El Internet ayudó a que los escritores aislados a través de todo el norte se comunicarán entre sí, pero a la vez hizo que el norte se hiciera aún menos tangible. El norte es cada vez más utópico. El norte es un no-lugar.¿Alguna vez existió Rafa Saavedra? No se sabe si de verdad es un escritor-dj o es simplemente una página electrónica: www.rafadro.blogspot.com Lo cierto es que Saavedra continúa, a su modo, la función mítica del escritor norteño como outsider, marginal, alternativo, descentrado, antiliterario, periférico, barbárico, ausente en el mapa canónico, mitad por el defederalismo, mitad porque así lo quiere él mismo. Encarna el mito. No te unirás a la Capital. Serás un "beyondeado": always allende. Para eso, por cierto, se puede utilizar el inglés: para huir del nosotros emocional o nacional, del aquí territorial y existencial. Now we are nowhere. My way? Away. Never here.Por eso Tijuana es cada vez menos real, cada vez más imaginaria, porque en esta ciudad se ha concentrado el mito en los últimos años. No sería raro que Tijuana desapareciera del mapa. No sería nada alarmante: estamos acostumbrados a no existir.El escritor del norte es fugaz. Lo es porque las oportunidades de desarrollo son todavía menores que en el centro o sur del país. Así sucede por el centralismo verídico y por otros mitos, como aquel que inspiró Vasconcelos al decir que en el norte no había más cultura que la carne asada.Por eso el escritor del norte se ve a sí mismo como parte de una resistencia, de una fuerza centrífuga. Esta actitud lo mismo se escucha en Monterrey que en Ciudad Juárez. Por eso también existe la charlatanería. Cada editorial quiere su escritor fronterizo o norteño, y con uno es suficiente, porque para la visión general este sujeto no se trata más que de un puesto. Por eso hay muchos libros sobre el norte o la frontera, el neohíbrido, ya sea el fiasco de Pérez Reverte, imitando a Élmer Mendoza, o el último pastiche norteamericano sobre la vida south of the border. El mito lo dice: en algún momento de nuestra vida todos seremos un escritor fronterizo, ya que así como tiene su cruel verdad trágica (el aislamiento), el mito también tiene sus chistes (la sobreactuación). Como el norte es intermitente un día tiene cara de drama, otro de comedia.Ser escritor del norte es piel que se pierde. O máscara que se usa. Por eso es una definición difícil o un performance o propagandístico o de veras metafísico. Una postura o comercial o política. ¿Quiénes son, entonces, los escritores del norte? Todos los que lo deseen, sin diferencias, porque si algo nos enseña el norte es que la geografía es harto relativa y no existen las esencias, por lo tanto, todos somos simulacros. El escritor del norte es aquel que conoce su función mítica, y por ella vive y perece. De cierto modo, el norte: un desierto. Sólo fuimos humo.
Heriberto Yépez es autor de Luna creciente: contrapoéticas norteamericanas del siglo XX.

lunes, 2 de enero de 2006

Back files

Back to the early 80´s. Recuerdas? No videos, no cd´s, no internet, no mp3´s. Ahí estábamos, un poco más jóvenes resistiendo la crisis del 82, muy lejos todavía del anuncio ilusorio de nuestro acceso al primer mundo (democracia, tecnología de punta y good life, cosas así). Escuchando con estusiasmo las novedades en los programas nocturnos de la radio fronteriza o en las barras de música moderna en las estaciones universitarias del centro del país, hurgando con frenesí en los estanquillos de las tiendas de discos importados, leyendo las crónicas y reseñas de lo que estaba ocurriendo en otra parte.

Eran los tiempos de Acústica, Conecte y, sobre todo, de Sonido. No importaba que estuvieras en el DF, Guadalajara, Tijuana u otra city, las revistas musicales eran la única fuente de información sobre «eso» que estaba ocurriendo. En la vieja Inglaterra se le conoció como el «Culto sin Nombre», que después desembocaría entre diversos estilos: nuevos románticos, future pop y synth pop, entre otros; en España emergió «La Movida Madrileña» con su cauda de grupos que abanderaron la causa del tecno pop en español; en nuestro país nunca tuvo nombre.

Veamos, si hacer rock era cosa de aferrados, intentar hacer música con aparatos electrónicos era cosa de prófugos del sentido común (más allá de las posibilidades económicas para adquirir un equipo nada asequible). Cómo atreverse a practicar eso en un país donde cualquier tema en el que sonaran maquinitas era motivo de suspicacia (un antecedente del sospechosísmo actual). Lo moderno no era bien visto en una escena tradicionalista, forjada en hoyos fonkies, la raquítica información que llegaba y la represión gubernamental; por eso, entre otras tantas razones, la música electrónica mexicana fue (mal) confundida con música disco, (bien) repudiada por roqueros de cepa, (super) vapuleada por una crítica pasatista y (mega) ignorada por la industria discográfica (mainstream o underground). No extraña entonces la postura del dúo Old Fashioned al sentirse ajenos a lo que sucedía musicalmente en México y declarar: No nos identificamos ni con su música ni con sus conceptos.

Como escribió recientemente un fan tapatío en un blog en Internet: “Lo más interesante del asunto es que a la mayoría de los grupos de la new wave y del incipiente tecno era imposible escucharlos, porque muchos de ellos nunca grabaron y sólo se dedicaron a tocar en fiestas o en universidades, pero el simple hecho de verlos retratados, vestidos como punks muchos de ellos, hacia que uno escuchara imaginariamente su música".

Orwell cumplió su amenaza y el Gran Hermano Rockero tuvo que bailar con los nuevos sonidos que pasaron rápidamente del punk tardío al new wave mexican style para decantarse en una electrónica lo fi before Nafta. Un pequeño número de producciones se publicarían de forma independiente para remediar esa situación y, así sin previa advertencia, en las páginas de Conecte se pudo leer un aviso para fans del rock nacional (imposible pensar en poner aquello de «tecno pop»): Por correo podías adquirir los discos de Natabisk*, Silueta Pálida y Síntoma por $800 pesos de la época.

Ya había soundtrack para esas fiestas futuras, algunos sellos (La Corporación Sintética, A.E,I.) encargados de proporcionarnos ese material para impresionar a los amigos con aquello de “Escucha esto…”, para grabar cintas y rolarlas por el mundo. Sencillos, ep´s y élepes de tirada reducida a la que muy pocos tuvieron acceso la primera vez y que afortunadamente, justicia divina o cosa de la nostalgia tecnificada, se edita en disco compacto.

En esta grabación conviven los recuerdos del tecno punk blanco de Size , el humor futurista de Syntoma y Natabisk*, la melancolía cuasi suicida y polirítmica de Silueta Pálida, el neo romanticismo juguetón de Avant garde, aquellos juegos de palabras de Casino Shanghai que nunca nadie entendió (eran más sofisticados que ninguno cuando ir de glam y discotequeros era de pésimo gusto), el feeling naive de Vandana y sus hits en la radio alternativa, la conexión art –rock de Duda Mata antes del desvarío rocker de José Fors, la ironía new beat de Década Dos regada vía k-7´s, el tecno industrial de Artefacto en vinilo de color, la veta electro tropical de Volti en su etapa mutant disco y por primera vez, algunos incunnables de Los Agentes Secretos y Cou Cou Bazar que poquísimos pudieron escuchar en su momento. Celebremos pues, con gusto de fan la salida de esta compilación del contingente nacional del pop electrónico ochenteno.
Hace casi 20 años, Walter Schmidt no tuvo empacho para declarar a la revista juvenil Ritmo: ¨Para nosotros el tecno pop es una música popular´¨. No lo era en ese entonces pero ahora sí lo es, en el México post colectivos y sellos electrónicos (Nortec, Nopal Beat, Konfort, Noiselab, Abolipop, Static y etc.). Si ganamos o no, en el camino, no importa. La música electrónica se incorporo, a pesar de todo, a nuestra vida cotidiana. Eso, finalmente, nadie lo pudo evitar.


-rafa saavedra, dic. 2004

domingo, 1 de enero de 2006

Tijuana Youth: entre la cultura y la fiesta

A veces, el fulgor del hype es tan engañoso. Uno no puede vivir en el pasado y tratar de sostener viejas glorias o luchar por siempre contra leyendas negras que ya caso ni tiene revisitar. Uno no puede creerse todo lo que ve, escucha o siente (lo sentimos, mas que escepticismo es sentido común). Por eso, si hace un par de anos la revista Newswek declaraba a la city como una de los nuevos centros de cultura y vitalidad era, siendo cuasi objetivos, un reconocimiento tardío a lo que sucede en ella, un acto de validez desde el mercado que insiste en dictar nuevos campos de atracción y extender la posibilidad del bussiness as usual. Tijuana, ya se ha dicho, va mas rápido que sus artistas y sus críticos.
Sin embargo, contrario a ese encasillamiento tan exótico como reduccionista, Tijuana nunca ha dejado de estar de moda, en boga, marcando tendencias, haciendo un preview del futuro inmediato justo en el instante en que esta a punto de ocurrir. Quien escribe la historia reciente es una metagenaracion de artistas tijuanenses que va por la vida sin disfraces, sin cortarse, sin tomarse muy en serio esto y aquello mientras ve como se diluyen mitos (el principal? El tener que abandonar la ciudad para poder acceder a un reconocimiento o éxito relativo), que conoce y se mueve por toda la city, que fluye por redes de trabajo y colaboración ya sea con instituciones, la iniciativa privada o siguiendo la máxima punk del Hazlo por ti mismo. Tijuana open source.
La juventud, decía Bourdieu, es sólo una palabra, una categoría mas para englobar a un segmento poblacional o, según acota Rossana Reguillo, “un acuerdo social y productora del mundo”. En la city, los actores juveniles ya sean incorporados o disidentes (al consumo cultural o los esquemas de la cultura predominante) han dado muestra de su capacidad de mutación y su desparpajo al entrar en terrenos en los que el discurso oficial se hace añicos, la otredad se instala en la mesa de discusión y la contradicción de sentidos-resultados se vuelve parte del entorno creativo (un posmodernismo faribolesco, el arte del reciclaje, loops urbanos, las fronteras porosas, el feeling de estar siempre en un vortex auto representativo, la estética de lo feo, la calle). Una nueva hornada que propone, ante la situación actual tijuanense, a la cultura como antídoto contra la barbarie (Sergio González dixit).
¿Qué les mueve? ¿Qué proponen? Entre sus intereses esta la recuperación de la ciudad, el rescate y movibilidad de los espacios, la apuesta de la fiesta y el placer que da el vivir en una ciudad so bizarre como la nuestra, el enfrentarse a una realidad social que permite casi todo. Si, pero van mas allá uniendo ese dejo querendón con la ironía post PC, la critica académica con la postura del que vive la calle con esa naturalidad cotidiana, la búsqueda por nuevos lenguajes con la apropiación y resemantización de lo considerado ordinario (eso que a la mayoría les parece algo innecesario, superficial y hasta vulgar). Es por eso, entre otras muchas razones, que sus productos culturales (libros, música, diseño, arte instalación, video y plástica, entre otros) encuentran cabida en sitios tan diversos como exposiciones internacionales o suplementos marginales. Son, naturalmente, super mediáticos.
Annie Le Brun externaba en su libro Del exceso de realidad que “si la juventud aun pudiese tener una belleza, esta seria la de su desesperanza capaz de incendiar con sus preguntas vitales lo que la cultura se empeña en reducir a cenizas”. Pienso en la labor operativa del Colectivo Nortec y su híbrido audiovisual post fronterizo; en las exposiciones plásticas Diagnósticos urbanos y Larva (que dieron origen a tantas criticas y diatribas por lo disparejo / ambiguo de su criterio curatorial); en el surgimiento de esa divertida nueva escena pop que se puede situar –tras el suceso Nortec- en la cresta de la ola musical (la apuesta esta en grupos como Shantelle, Ibi ego!, The Polardroids, Aeroplanos, Nina Cámara, entre otros); en la imagen cándida de la city y sus protagonistas que aparece en cadena nacional vía los documentales de Bulbo; en el lado B presente en la Imagineria audiovisual de Art Core; en los talleres de video y música para adolescentes instrumentados por un conjunto de colectivos (Nortec, Bulbo, Yonke art.Pragma) para formar nuevas generaciones de creadores; en esos escritores de culto, los novísimos que recien llegan o aquellos que llenan las paginas de fanzines y poemarios (Heriberto Yépez, Omar Pimienta, Paty Blake); los artistas plásticos que empiezan a cotizar en mercados regionales (Julio Orozco, Tania Candiani, Jaime Otis); la generación de punk djs que animan la noche tijuanera; los crews de neo-grafiiti que insisten en ver a la city como un gran lienzo; la presencia destacada de teatreros y grupos de danza independientes en congresos y muestras nacionales; la explosión del hip hop callejero, convertidos en cronistas de la periferia (Sociedad Anonima, Tijuas Steelo, Legión Marvel); los otros sellos discográficos (Static, At.At, discos Invisibles, Eklegein) que representan al underground mas experimental; en la nueva media interactiva que significa ese casi medio millar de blogs –bitácoras en internet- que documentan de todos los ángulos posibles la vida en Tijuana. Tal vez algunos de ellos no muestren u oferten la visión que quiera el mainstream y sus acólitos pero, el infaltable pero, no se puede negar que ahí, como dirían Los Fresones Rebeldes, algo hay.
Esos y otros up-coming artists buscan reflejar, como apunta la investigadora Fiamma Montezemolo en su texto Tijuana no es Tijuana, no una Tijuana, sino miles de ellas, por que saben que la city es ese “juego continuo de diversidades, de verdades simuladas” y que deciden, al fin creadores, “no mentir acerca de si mismos sin por eso tener que decir La Verdad.” Ellos, al final, saben que forman parte de algo que no necesita líderes, que el verdadero enemigo es el pensamiento único y que, como dice aquel viejo bolero, sólo se vive una vez.