Llegamos cuando todo estaba dicho. Y nos reímos de ello, de la representación y del humor que despellejaba nuestra primera fantasía como ola de mutilación. Demasiado surf, demasiado moderna. Ya en el punto culminante de la fiesta, él no paraba de fumar cigarrillos importados, su chica bebía a traguitos una mala margarita, Miki en búsqueda desafortunada por un sustituto para el placer más íntimo, Cindy deslizándose en glücklich, tú sonriendo sin saber el por qué de mis peinados y yo, picnic en el parque de lotería y confusión.
Todos hablábamos de cosas serias, de lo bien que se vive aquí, de cómo nos jode ver a esa sarta de malditos indios sin glamur, de tomar posiciones ante lo ineludible, de las nuevas formas para viajar, de la manufactura del consumo actual y la ira del camino. ¿Qué es lo que suena?, pregunto. ¿El último disco de Mouse on Mars?, pregunto de nuevo. Mi vista se queda fija en el DJ del evento de ayer, lo captó en contorsiones propias del space-dub; luego me detengo a observar a esos dos trolos pachecos con tenis negros Nike que siempre insisten en pasarme bumpos.
Podría saltar pero prefiero seguir en el Planeta Infierno.
En el hall, me encuentro al mejor amigo que he tenido en mi vida. Le digo “Taste the floor” con el saludo babulín (agitando la mano) (como limpiando algo). No me ve, está perdido en Nua1, la nueva sensación de euforia que registra la city. No importa, he llegado a los cien mil kilómetros casi en perfecto estado, sin ajustes ni inquisiciones, haciendo un despliegue público de pensamiento independiente, una ad-free mind que comienza a andar sin tomar en cuenta la destrucción del entorno.
Podría saltar pero prefiero esperar o bailar en el Planeta Infierno.
Una pelea funciona como incidente flop, aquel que registra la intensidad up beat de las canciones felices de los Beach Boys. Veo emocionado como una botella de whisky legítimo se estrella magnífica en el rostro de Equis; su novia, superblonde, gritando histérica un “Wer ist Gott?” es la peor defensa. Es triste apreciar como su maquillaje desdibuja los colores de moda y que todos, después de la sorpresa, siguen en lo suyo mientras el cuerpo de seguridad se lleva a Equis ensangrentado lejos de aquí. La chica perfume entrelaza mi mirada y sonríe cómo acordándose de algo, ¿de qué...? I don’t know, ya no recuerdo si lo hicimos o no. Hace un mes, anteayer, hace quince minutos. Yo no conservo nada, la memoria siempre me falla. Lo único que sabía lo he regalado mientras caminaba a este sitio. Todo mi pasado y presente. Por eso estoy aquí. Agitando la reserva de ocio futuro.
Rápido paneo: Esto es personal de serie B, esto es la frecuencia del subsuelo. Sinestesia. Miki huele a pan Wonder, a gente llamando a casa tras recuperarse de la última depresión; Cindy, demasiada inquieta, intercambia anfetas y su novia bigtetasminiyplataformas me descontrola con su particular estilo de fumar que maquilla una intención reformista que insiste año tras año. Tú interrumpes, como de costumbre, el encanto al preguntar: ¿Qué hay de nuevo, peep show? Es tan estúpido, ya me siento listo para evacuar la zona de desastre, contestar el anuncio, renegar tres veces o llevarte a casa sin intentar siquiera tocarte.
Antes de llegar he regalado todo: el único mes que viví feliz, la claridad de mi mente, el feedback de los pocos días felices que recuerdo, la velocidad de un viejo modem, el arreglo de flores artificiales que nunca mande, una tía amargada al ver a Jesús trabajando de cómico en la TV, un album de fotos, el turismo barato que nos visita los veranos, mis monkey boots. Por eso estoy aquí, tomando smart drinks y sonsacando idiotas. One more night.
Los escucho hablar. Y hablan mucho, nunca se callan. Y preguntan: “¿Recuerdas el primer single de Joy Electric?”. Y contestan: “Lo que ayer hacíamos, ahora es carnaval”. Todos en inicio de resaca, conquistando elogios de ignorancia, polvo de estrella. Yo ya no quiero regresar a viejos tiempos. Sé que algunas veces los fracasos son positivos pero odio los detalles. Voy a fundar mi propia agencia de viajes, haremos un tour con nuestra alma mulata, la sencillez del verbo, nuestro Ludovic sonriente. Shut up, me dices, ¿qué no te das cuenta que todos mienten? Nada vale la pena, pal. Sí, contigo al lado hay que decirle adiós a cualquier intento de totalización y trascendencia.
“Es imposible tenerte junto a mí. Resulta paradójico que lo mismo que nos une termina por separarnos”, te digo en un vano intento por hablar en serio, mientras que veo el triste apogeo del sex for money. Pienso, al recordar un libro neoyorquino: ¡Qué extraños nos vemos al desnudo! Sí la ropa ayuda. En mucho. Yo prefiero vestir de traje, como hoy. Es lo poco que me queda, mi único reflejo. Ustedes bailan, Miki también y Cindy lo hace mucho mejor. Agitan sus cuerpos, espasmódicos, se ven bien bajo las luces. La droga ayuda. En mucho. Yo prefiero reír sentado al borde de la escalera del Planeta Infierno.
Podría saltar, pero no. Aún no es tiempo.
Seis a.m. Gente entrando y saliendo del vortex afterhours. Saludo, otro trago más, me divierto. Unos beben, otros bailan, algunos tratan de ligar, otros pocos desaparecen cabizbajos y vuelven aparecer ya armados. Cindy revisa una cartera llena de billetes y tarjetas de crédito, Miki se estremece escuchando un tema que me recuerda esa adolescencia cada vez más lejana. Tú me distraes de nuevo al reírte de algo terrible, él apunta un teléfono en una tarjeta amarilla. ¡Vaya sorpresa!, es el nuestro.
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revisión 2004:El título fue tomado de un tema del grupo Juana la loca, indie pop
viernes, 17 de diciembre de 2004
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