jueves, 7 de diciembre de 2006

INSTANTANEAS DEL DESCONCIERTO no.07

(Tales from the Generation TJ) publicada en Bitácora el 13/03/95


No hay nada peor que no saber lo que le ocurrió uno el día anterior en el party o el fin de semana. A veces la resaca es brutal pero la situación empeora cuando intentas recordar que la provoco y dices, "Chin, ¿qué diablos paso ayer? Empiezan los remordimientos y las penurias ¿habré dicho eso o aquello, qué hice?. La incertidumbre es voraz.
A Miki le habían dicho que el ecstasy, esa pastilla blanca que compró en 15 dólares, era el pasaporte ansiado para conocer la euforia rave de la que tanto le habían hablado Fidel y Javi.
Los tres bajaron del auto justo a las diez pm tras haber bebido un par de cervezas King Cobra y apenas habían entrado al club, un bodegón abandonado en pleno downtown sandieguino, cuando se le acercó un chico con gorrito estrafalario y vestuario posmo a ofrecerles un hit de E bajo la cantaleta "Happy, you know what I mean?". Esa fue la contraseña, Miki pagó y por vez primera, tuvo en sus manos la dichosa pastilla.
"Es afrodisíaca, los cursis la llaman la droga del amor", le dijo Fidel, veterano en esas lides mientras que tragaba «rueditas azules» para entrar en trance. Miki hizó lo propio. De momento no sintió nada. "No te preocupes, tarda unos veinte minutos en hacer efecto", escuchó decir a Javi a punto de tragarse la pastilla. El tiempo transcurrió lentamente mientras bailaba dosis de house demencialmente progresivo, ondas rítmicas enviadas por el discjockey de turno. Sin darse cuenta, Miki empezó a agitar los brazos, estirando el cuerpo como intentando atrapar alguna sensación; cuando creía que lo había logrado, caminaba de un lado a otro con aquellos pies que a cada momento le pertenecían menos. ¿Can you feel it?, repetía en voz alta y los gringos, veloces players en roles anfetaminicos, solo reían y se volvían a reír.
Javi se entretenía mirando las transparencias, imágenes líquidas de sueños difusos, cuando lo vió trastabillar en la escaler y aunque batallo un poco, logró asirlo por el brazo y detener la inminente caída. ¿Are you ok?, retumbó en su cabeza, penetro los sentidos e hizo eco ahí, en el epicentro neuroemocional de Miki a los diecinueve años. Casi cargándolo, Javi lo sentó en un sillón, -las ventajas del chill out room, pensó-, fue por una botella de Evian que Miki se bebió en cuestión de segundos. Y empezó a divagar bajo los efectos: "No necesito una decisión lógica para crear pánico de manera rápida, distraerse en tiempo es fuera de lugar. ¿Verdad que Dios es un sueño privado de esperanza?". Nadie podía contestar, el instante de escapismo les pertenecía a todos.
Fidel seguía bailando con la conciencia expandida y el furor interno manifestado en unos movimientos hipnóticos, minimales y repetitivos que seguían hábilmente la secuencia sónico-ambiental impuesta por el chamán de las tornamesas. Javi, olvidándose del pasón de Miki por un momento, se puso a ligar con una chica japonesa que bailaba como poseída el insinuante fraseo de una cálida voz extranjera. Es un bootleg de Portishead, le dijo ella. Dáme tu número de fax I want a date with you, proponía Javi en acción. Claro, a fuck is a fuck, so what? Cuando volvió al sillón, Miki estaba tan pálido que sólo alcanzaba a decir un "me siento mal, me siento mal" hasta que se quedó dormido en medio de aquel bullicio. Javi en pleno bajón también se quedo dormido, sentado en aquel sillón, hasta que Fidel les echó agua en la cara y les dijo: "Órale, son las seis am. Ya nos vamos". Ni Miki ni Javi supieron como llegaron a su casa.

Suena el teléfono. Es Javi quien pregunta: Oye Fidel, ¿fuimos anoche a un rave o quién diablos paro mi reloj a las diez?

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