viernes, 4 de junio de 2004

14. VOMITO EN EL FREEWAY

Estuvimos bebiendo en el bar local de costumbre. Una doble tanda de picheles de cerveza en la hora feliz. A eso de las 9 p.m., decidimos ir a un dance club en San Diego y volamos para allá; al momento de cruzar la línea fronteriza, la Oficial de Inmigración -una pinche texana racista- nos preguntó: ”¿Qué viene azer a mi país?” Un poco ebrio Paul le contestó: "Vamos a bailar".

Obvio, nos mandó a revisión secundaria, la muy puta se paseaba de un lado a otro sin hacernos caso. Ahí perdimos una media hora, hasta que llegó otra oficial que se portó buena onda y sin revisar el auto nos dejó ir.

—Uta!, ya me hacía en la County Jail, traigo a Bob Marley en la bolsa —dice Sara, la más pacheca de todos. ¿Quién viene esta noche? Adelante van Sara y Paul, Norma y yo —Robert— disfrutamos momentáneamente del backseat.

Enfilamos hacia la licorería más cercana, compramos una botella de vino barato –Zinfandell, of course- para cada uno y nos lo vamos tomando en el trayecto. Yes, we drink & drive, so fucking what? En el parking lot Sara y Paul se fuman el joint, Norma termina el contenido de su botella y, muy nerviosa, se baja del carro. Yo la sigo, cuando la alcanzó le digo, "Don't worry bitch, nothing will happen. We're near the police station" y suelto una carcajada. La convenzo y los dos volvemos al carro.

Minutos después, como diablos, entramos a la discoteca pagando five bucks. Vamos directo a la barra a comprar cervezas Corona a uno cincuenta de dólar. “¿Por qué la cerveza mexicana es más barata en Estados Unidos?” me pregunto en voz alta y el barman, un pocho fisiculturista, que intenta ligar con Paul, lanza un insinuante "No lo sé, cariño". Después de pagar le pregunto a Sara por qué les gusta venir a esta disco de faggots y ella trata inútilmente de hilvanar algunas frases pero sólo alcanza a decir: "Es que la música está bien chingona". Lo que sea de cada quien, la música es cool y bueno, ninguno de nosotros es homofóbico.

En el video wall, un loop de Agnetha y Frida —de Abba— las muestra sexytantes y en plan seductoras. La pista está llena a tope, DJ Quark trabajando al personal con sus mezclas importadas e intercalando una secuencia groovy que rebota en nuestro "californian dream". Sara y Paul bailan un rato el house progresivo y Norma insiste en que hagamos lo mismo; yo prefiero beber mi cerveza con calma y contemplar la diversidad de tribus que se dieron cita esta noche.

Más tarde, arrastro a Norma a dar una vuelta social por el club y nos besamos entre rejas y escaleras. "I want to pee", la escucho decir y, bueno, caminamos hacia el bathroom.

Entro con ella al baño de mujeres. Unisex, casi. Una enorme fila de chicas y chicos. Ahora sé por qué se tardan tanto, solamente hay dos toilets. En la espera, Norma charla con una gringa sobre maquillaje y minutos después, un travesti chino de peluca tipo Heidi anarajada y unas gigantescas plataformas se mete a la plática, dándoles unos cuantos good tips. Yo estoy escuchando a los tres sentado en el lavamanos; luego, un poco aburrido por la espera, me entretengo contando a la gente que hay en el baño. Doce. El destello luminoso del flash me toma por sorpresa, another pic for that snobish club magazine. Chin, cómo siempre, sé que voy a salir comiendo moscas entre tanto glamour.

—¿Robert, Robert? No hay papel —murmura discreta Norma tras la puerta.
—Oh sí, ya te traigo —le digo—, iré a ver si hay en el baño de hombres.

Ahí, un black kid me ofrece tripis a four bucks each; saco un billete de 10 y le pido dos; iba a darme el cambio pero le dije: "Oki-doki, bro". Sonriente, me pone los sellos y una tableta en la mano. "Happy, you know, it's groovy". Vuelvo a lo de Norma, hace lo suyo. Sale, le doy un sello, me echo a la boca el otro y la pastilla. Veinte minutos después, Sara y Paul nos encuentran flipados sobre un sillón.

—¡Hey! Funkie junkies, vénganse a bailar —nos dicen los muy cínicos. Cuando me levanto estoy moviendo mi cuerpo al ritmo de los Chemical Brothers. Giros scadelly, saltos y abrazos, sonrisas hiperdélicas. No podemos dejar de bailar: la música es el tirón que controla nuestras emociones. Energía house, speed, viento, gotas de sudor, heaven, cantos a Brian Eno. Somos un par más robotizado en el dance-floor y, a los veintitantos años, estamos en el centro de la utopía, y la vida, we try to believe, nos sonríe.

En el borde de la pista, una pareja de maricones con superacné en el rostro y atuendo sadomasoquista enseñan, sin rubor alguno, su asqueroso culo. Norma los ve y se empieza a reír, "¡Mira que aguados tienen los scharros, what a fuckin' celulitis!" Paul la alcanza a escuchar y le advierte: "Cállate xochila, que éstos sí nos madrean". Norma, pachequísima, no para de reír cuando me dice: "¿Qué crees? He descubierto, you fucking loser, que también mi vida es una porquería".

—¿De qué se ríe tu amiga? —nos pregunta irritada una drunkie pendenciera que nos amenaza con una botella de cerveza.
—She's stoned, forget it —contesto, sin tomarla muy en serio. Volteo y le digo a Paul: “¿Oye, cuál es tu cereal favorito? El mío es Trix, you know, just for cool kids. Please, pídeme un kamikaze”.

Later, estoy totalmente aturdido, el mix fue algo explosivo. En suma, la tensión causa en mi organismo un efecto como el de rewind en una VCR. No sé lo que hago o digo, hay algo que se me escapa y que no alcanzo a coordinar. Las arterias del cerebro botan, puedo sentir su movimiento cada vez más rápido.

Es un stop y siga por un camino hacia abajo, sin frenos.

“Do you need some activator? Dou you need some activator?” pregunta una y otra vez el estribillo del remix que pone el DJ en turno. Do you need some activator? Yo sé que esto no es una salida pero por el momento es lo único que tengo a mi alcance y ahora entiendo porque hay tantos anuncios brillantes detrás de esta basura.

Puedo ver como estoy cayendo.

Me recuesto sobre una bola de felpa setentera; desde ahí, miro el vaivén de la gente. Unas lipstick lesbians intercambian saliva, se abrazan apasionadamente y van a parar a la felpa setentera; la más delgada recarga su espalda en mis piernas y yo, estoy tan aturdido como para decir algo. Al levantarme, tiro sin querer una botella de cerveza; el CRASH que hace al estrellarse en el piso consigue sacarme de quicio; es el sonido de mil martillos, un clavo en el cerebro y un mendigo delfín marchando en múltiple desfile.

The trip it's over.

Agua fría, espasmos y mi rostro en el espejo. El baño es de un blanco impresionante y me pierdo en su no-color. Tan claro y tan puro. Los gritos de un pasado me devuelven a la realidad. "God, help me". Ya no hay agua fría y alguien borró mi sonrisa del espejo. Cara pálida, nariz sangrante. “¿Mala calidad?” pregunto y Dios decide bajar en la persona de un guardia de seguridad. Antes de que me interrogue, me escabulló y salgo del baño entre ohs y ahs de unos pachecos felices.

Otra vez, la luz violeta juega bruscamente con mis sentidos justo al tiempo en que casi toda mi vida está yéndose al carajo. En el video-wall me doy cuenta que los ojos de Agnetha nunca fueron tan bellos y que, por más que desee lo contrario, todo acaba en el fracaso.

Las horas son minutos. Dos a.m. y estamos fuera. Subo al carro, Paul insiste en manejar. Norma pelea con Sara y yo, para olvidarme de todo, estoy pensando en cómo hacerme rico lo más rápido posible. Apagan el radio, sólo se escucha el llanto de Norma. I can't deal with this shit, anymore.

–¡Paren, paren! –creo que grito.

Lo hacen, abro rápidamente la puerta del auto, me apoyo en ella y por vez primera, vomito en el freeway.


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Revisión 2004: Está no es la versión original que aparece en el libro. Nunca supé donde quedo el archivo. Ni modo, hace años transcribí­ e hice algunas correciones. Hay otra versión impresa del texto crudo, más hardcore y con los nombres reales de los protagonistas (pero, sniff sniff, tampoco sé donde se encuentra. Tendré que buscar un día de estos entre tanto archivo muerto).
Me gusta mucho este texto pero nunca he quedado conforme con algunas frases que intererrumpen un poco el flujo deseado de lectura (que siempre imagino entre frenético y aletargado). Es, como dicen, a work in progress. ¿Es un relato biográfico? Yes or not. Es una pregunta recurrente. Mmm, es un 80% tan verdadero como puede ser la memori­a so wasted.
Recuerdos de aquellos tripis a los after hours sandieguinos, a los bares de noches house entresemana, de beber vino barato antes de iniciar la fiesta, de la paranoia minus B en la línea, del consumo inmoderado de sustancias no legales, los baños unisex, los videowalls, the sound from that era, los clubs kids, de las peleas al final de la noche justo frente a la Central de Policí­a. ¿Referencias? Un bonche, je je. A pelis juveniles (S.F.W.? , alguien se acuerda?), a los prejuicios del so called contingente in de TJ, a los comerciales de Corona, a la revista URB, a la cultura pop fronteriza setentera.
Por cierto, en este relato aparece el título del libro que me hace recordar como decía emocionarse Andy Warhol al escuchar, en el transcurso de la peli, el tí­tulo de la misma. Olvidaba decir que «xochila» era un término peyorativo para decir que no tenías ni puta idea de que estabas hablando o haciendo. Texto leído un 18 de agosto de 1995 en la mesa de cultura popular denominada: Literatura Joven de México de los 90´s (donde leyeron Marco A. Samaniego, Regina Swain, Guillermo Fadanelli, Fran Illich y un servidor).

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