domingo, 3 de junio de 2007

Entrevistas: Juan Villoro

Escritor, diplomático, editor del suple cultural de La Jornada y otras tantas cosas más. En fútbol, Juan Villoro siempre jugo en extremo; eso nos acerca a su definición de la realidad como de alguien que siempre está en la orilla de las cosas, que posee la mirada un poco excéntrica de donde se está acabando la cancha de juego y que tiene que jugar jugar rápido y soltar rápido las respuestas. Hace poco vino a la city a presentar su libro "Los Once de la Tribu" y tuvimos la oportunidad de charlar con él sobre su labor como periodista cultural, conflictos generacionales, antihéroes, mitos y mogollón de otros rollos. Aquí va el resultado...

RS: Tú eres responsable de La Jornada Semanal, ¿cómo superas ese vicio
editorial tan frecuente dentro de la cultura mexicana que es el
amiguismo?
JV: Ese es uno de los grandes vicios de la cultura mexicana. Como todos los pueblos latinos, mafiosos y de tráficos de influencia, la cultura mexicana depende muchísimo de los contactos personales, los compadrazgos, los nepotismos, etcétera, y eso es muy difícil de erradicar. Un suplemento es reflejo de la cultura de su tiempo. Hay unos códigos de ética básicos: primero, que no se reseñe ninguno libro mío ni se hable de mí; segundo, que nadie de mi familia colabore; y luego, si nosotros sabemos que hay nexos entre algunas personas pues que no escriban unos de otros; abriendo el suplemento a grupos muy distintos, que sea un suplemente verdaderamente plural. En México, todo mundo predica la tolerancia, pero esta tolerancia no siempre se
ejerce. Nosotros, afortunadamente, hemos tenido la suerte de tener en el suplemento a personas que no se comerían una jícama juntos, personas que no se dirigirían la palabra en una fiesta, pero que han participado en el proyecto.


RS: ¿Cómo ves el suplemento comparado con los demás?
JV: Es muy difícil que uno diga comparándolo con los demás. Yo aprecio mucho algunos otros suplementos; por ejemplo, el suplemento de Uno más uno, Sábado, que dirige Huberto Bátis. Es un poco como los Pumas de la Universidad, que no siempre están bien, pero son un semillero de gente nueva. El semanario de José de la Colina es un suplemento de un grupo reducido de autores que son muy interesantes. Nosotros hemos tratado de hacer un
suplemento que responda no a los gustos más personales, sino a los muy distintos sectores de La Jornada. Empezamos recuperando mucho el aspecto literario que se había abandonado en el suplemento y ahora estamos metiendo otros temas; por ejemplo, ahora que comienza el foro de libertad y justicia en Chiapas vamos hacer uno sobre la cuestión indígena...

RS: Por cierto, recientemente leí un artículo sobre el indigenismo que mencionaba a esta ideología como un muerto que requería ser enterrado ya ¿cuál es tu opinión al respecto?
JV: Yo creo que el indigenismo sí debería morir como corriente, porque ha desencadenado en México una concepción paternalista de los indígenas, de integración al mundo criollo y al mundo de los blancos. A lo que debemos de llegar es a la idea multicultural, de distintas etnias que puedan tener distintas
culturas que coexistan, además romper la visión monolítica de que los 56 grupos indígenas son iguales, ¡son muy distintos entre sí!
A esta idea de pluralidad es a la que tenemos que avanzar, donde la concepción occidental y criolla sea una de las muchas...

RS: Hay quien afirma que este multiculturalismo es visible, a pesar de la globalización...
JV: Puede ser un cliché retórico, a lo mejor se habla tanto del tema pero no es un cliché en la realidad. México tiene distintas culturas pero dichas culturas están en muy distinta situación. Si nosotros pensamos en las oportunidades de vida que tiene un indio tzotzil comparadas con las que tiene un mexicano
con una casa de lujo en La Jolla, es algo totalmente distinto.
Esto se reconoce de inmediato y creo que mientras no haya una mayor igualdad de las oportunidades vamos a seguir con un país que tiene todavía un pie en la época de las cavernas.

RS: En la actualidad hay todos estos movimientos integristas que son como otra vuelta a etapas que ya se creían superadas, ¿cómo abordas esto en tu papel de periodista, de escritor?
JV: Por un lado hay un fenómeno de globalización muy grande en la economía y sobre todo en la información. Ahora el planeta esta comunicado como no lo había estado antes a través de la imagen en televisión, el internet, el teléfono, y esto es un fenómeno cultural cíclico. Nunca antes la humanidad había tenido
esta noción de sí misma como una red articulad pero también hay estos movimientos que son localistas, de movimientos hacia el pasado, retrógradas, intolerantes, de cerrazón. Yo creo que este movimiento contradictorio va a cambiar para el próximo milenio; de lo contrario, iremos no solamente hacia un mundo mucho más aburrido, sino hacia la destrucción y la nada.

RS: A propósito de destrucción ¿por qué crees que villanos como J.R. y otros tantos "malosos" de igual o peor calibre siempre están presentes en nuestro inconsciente colectivo?
JV: Yo creo que también hay muchos héroes que se quedan en el inconsciente. Lo que pasa es que la figura del maloso es muy interesante, en especial para la cultura mexicana que es una
cultura que ama al antihéroe; en Estados Unidos, la opinión de
Andy Warhol de ser famoso durante 15 minutos es algo que no
tendría mucha razón en México, porque en este país no hay una
cultura de la celebridad tan importante como lo es en Estados Unidos. El mexicano a lo que aspira, dada la cultura que tenemos, es a tener 15 minutos de impunidad para hacer lo que se le de su regalada gana, por eso son tan fascinantes las figuras como Catalina Creel, en aquella telenovela de Cuna de Lobos, o J.R. Hampones que se salen con la suya, como Emilio Azcárraga, Fidel Velázquez, los presidentes del
PRI; es decir, como gente que triunfa en este sistema y que
gobierna este país. El antihéroe ejerce una fascinación en una
sociedad de tráfico de influencias, de corrupción, de impunidad;
héroes muy sugerentes, para los mexicanos son verdaderos modelos
de vida. Creo que es una falacia pensar que los mexicanos en su
conjunto quieren apostarle a un cambio, quieren apostarle a
una mejoría; se demostró el 21 de agosto del 94. Los mexicanos
quieren estar con el antihéroe poderoso que es del PRI, al menos
por el momento. Esto es nefasto, pero es algo que tenemos que
reflejar y tenemos que entender. El PRI no gana las elecciones
nada más porque sí, hay mucha gente que cree en este tipo de
mitos, como J.R. en la serie de Dallas.

RS: Si te dieran a escoger un antihéroe, ¿cuál sería tu favorito?
JV: A mi me interesan otro tipo de antihéroes, que son
los personajes que viven según su propio código de conducta,
según su propia moral y se imponen a las reglas imperantes, y que
muchas veces fracasan. Por ejemplo, Don Quijote es un antihéroe
perfecto; figuras como el Che Guevara, ese es un antihéroe que a
mí me interesa; Chucho el roto, entre los ladrones nacionales. En
fin, ese tipo de figuras a mí me interesan mucho; en la
literatura, todos los héroes de Joseph Conrad.

RS: Se critica mucho a esta generación de jóvenes entre 20 y 30 años, por su poca participación, por no querer pagar la deuda que no pudo concretar la generación del 68...

JV: Una generación no solamente tiene un propósito hacia el futuro, sino también tiene un proyecto de herencia; es decir: que queda de lo que hizo. En 1968, estando en la cárcel de Lecumberri, uno de los principales líderes del movimiento estudiantil, Eduardo Valle, conocido como el Buho, dijo que los verdaderos herederos del 68 eran los niños que tenían entre 12 y 15 años cuando ocurrió el movimiento: los que vieron las manifestaciones desde las aceras y que fueron
demasiado jóvenes para participar, pero no para darse cuenta de
que algo fundamental estaba pasando. De acuerdo con el Buho, los
jóvenes entre 15 y 12 años iban a realizar lo que ellos no
pudieron hacer, porque ellos ya eran cartuchos quemados, eran
reprimidos, estaban en la cárcel. Y como tú dices, se le pasaba
la factura a la siguiente generación para que hicieran lo que
ellos no pudieron. Lo que pasa es que esa generación, que es la
mía, cuando llegó a la escena vio que había cambiado la obra de
teatro. No se encontró un país en el cual protestar, sino al
revés, de muchas oportunidades para la clase media;
comenzó el desarrollo petrolero, la incorporación de muchos
jóvenes a los nuevos sistemas educativos, becas, nuevos empleos.
Fue una época de relativa apertura política, primero con
Echeverría y después con López Portillo. Mi generación fue una
generación individualista que, en su conjunto,
fue conformista. Hubo gente que en el plano individual logró
cosas en la juventud, pero no tuvo ninguna búsqueda colectiva, al
contrario, se escapó mucho de éstas. Cada generación tiene su
destino peculiar, el problema que ocurre en los 90 es que la
idea dominante es la de la renuncia a todo tipo de rebeldía, a
todo tipo de sueños colectivos, de utopías, de transformación de
la realidad. Esto no es un mandato de la generación que ahora
tiene 20 años, sino que es la realidad con la que ellos se
enfrentan, una realidad donde el que triunfa en el mercado, en el
trabajo, el que hunde a los demás y se destaca en un feroz
darwinismo de supervivencia es el mejor. Ahora ya demostrará esta
generación si es rebelde o no lo es. Ha habido movimientos muy
interesantes en México; todo el movimiento del CEU, que es una
generación posterior a la mía, que además fueron brigadistas en
el terremoto del 85, que ayudaron mucho a reformular las redes
sociales que hay. Ha sido una generación muy
activa. En mi caso, yo defiendo que pertenezco a una generación
sandwich, entre dos generaciones muy rebeldes, que fue la del 68,
nuestros hermanos mayores, y la del CEU, nuestros hermanos
menores.

RS: En algunos sectores periodísticos se escribe mucho acerca de una generación X mexicana que realmente no creo que exista...
JV: Yo creo que uno de los vicios que tenemos en México, es que medimos nuestra realidad no solamente con lo que ocurre en México, sino con lo que podría ocurrir si México fuera Estados Unidos. Yo conozco a mucha gente que podría haber sido un gran quarterback de futbol americano pero no lo fue porque en México no hay una buena liga de fútbol americano, o que podría
haber sido astronauta pero no lo fue porque no hay ningún proyecto espacial en México, o que podría haber sido un gran baterista pero no lo fue porque en México no hay un gran movimiento de rock. Esta gente vive no solamente con la ilusión de alguna vez acceder a la realidad norteamericana, sino también
con el pretexto y con la justificación de que como no está en los Estados Unidos entonces ya no tiene que hacer nada. Esta esquizofrenia de nuestra cultura es típica de un país subdesarrollado, pero que tiene un gran acceso a la información, como es el caso de México y especialmente en las grandes ciudades y en las zonas de frontera.
Es ridículo vivir de acuerdo con esta ilusión. Por ejemplo en mi libro "Tiempo transcurrido" tengo una historia de unos jipitecas que quieren fundar una comuna que llaman La Quinta Dimensión, a la manera de las comunas que fundan los grupos de rock en California. Van al campo nada más que se encuentran con que ese terreno es ejidal, entonces es una situación totalmente distinta porque en México hay una situación totalmente distinta. La lucha del campo ha sido de una manera totalmente distinta. Ahí enfrentas la idea de "La tierra es de quien la trabaja" de Emiliano Zapata, con el ideal hippie, y obviamente entran en conflicto las dos realidades. Esto es lo que pasa cuando no nos damos cuenta de que la realidad mexicana es totalmente distinta a la norteamericana. Pretender que en México haya una generación X es, simplemente, un acto de cursilería.

RS: Y hablando de cursilerías, en un número reciente de la revista Viceversa sacaron una lista de las 100 personas que más influyen en los nuevos mexicanos en la cual, por cierto, apareces tú. De esta lista, ¿qué es lo que rescatarías?
JV: Yo rescataría el espíritu desmadroso de hacer un hit parade de gente que influye en México. Nosotros en la Jornada Semanal publicamos una crítica de ese número, y básicamente porque era una lista al modo de ver de Ernesto Flores. Esta lista no era representativa, era una lista de caprichos, como casi todas las listas. Pero yo me imagino que quien piense en las 100 personas más influyentes de este país, desgraciadamente tendría que incluir a demasiados villanos, porque en este país los narcotraficantes y los políticos son las personas más influyentes.
La verdadera lista de los 100 mexicanos más influyentes de México sería tan nefasta y tan digna de estar en Almoloya, que nadie la querría publicar periodísticamente

RS: Para ti ¿Cuál es el gran mito y la gran figura que influyen en la cultura mexicana?
JV: La gran figura, sin duda, Octavio Paz. El forma parte de una intelectualidad que yo ya no sé si se va a repetir, que es la del escritor que en sí mismo encierra una civilización. Octavio Paz es una enciclopedia ambulante, es una corriente de la cultura con enormes ramificaciones, es la figura más influyente y más determinante. Entre los mitos, más allá del chupacabras que yo creo que es un mito efímero, pensaría en la virgen de Guadalupe, como el gran mito articulador de los mexicanos. Las pruebas de su existencia son cuestionadas por la iglesia católica, y sin embargo hay un aceite de cártamo que se llama Patrona, hay cantinas que se llaman Guadalupana, hay miles de mexicanos y mexicanas que se llaman Lupe; es una fuerza aglutinadora sin ningún indicio de realidad. A mí me sorprendió, por ejemplo, cuando Los Lobos fueron a tocar a México y lo primero que dijeron fue: "¡Viva la virgen de Guadalupe!". Es el
signo de la integración mexicana, es el estandarte de Hidalgo; en Chiapas hay una virgen de Guadalupe con el paliacate zapatista. Somos parte de un pueblo guadalupano...
RS: ¡Yo no! (Risas)
JV: (Risas) Yo, por ejemplo, escribí un cuento que es casi antiguadalupano. En "Tiempo transcurrido", hay en torno al mito de la virgen de Guadalupe la idea de qué pasaría si hubiera una Madonna mexicana, una cantante rocanrolera, que fuera muy explícita y que al mismo tiempo se sirviera de toda la parafernalia católica; la idea era la de una Madonna de Guadalupe. En México, sería un escándalo porque la realidad es guadalupana. Es lo que pasa con los mitos: tú te puedes oponer a ellos pero son indestructibles.

RS: En "Los Once de la Tribu" mencionas que hay temas que no se pueden utilizar para escribir. En tu caso, ¿cuáles son estos temas?
JV: Para mí los temas prohibidos son los que ya toqué. Una de las cosas más importantes de un escritor es que rehuya de sus facilidades. Todo mundo tiene tendencias naturales de meterse en un tema y tratarlo de un cierto modo. Uno debe escribir contra sus facilidades. Mucha gente piensa lo contrario: que si uno tiene inclinación natural a escribir de ciertos asuntos y de cierta manera... ¡eso es sumamente nefasto! La repetición es la muerte del artista.



*Esta entrevista apareció una parte en Voltage y otra, en Velocet.

1 comentario:

Rafael Tiburcio García dijo...

Fabuloso. Si algún día me vuelvo escritor (escritor de verdad, se entiende) me gutaría estar al menos a la altura de Villoro.

Y en cuanto a Bukónica, wow, esto es para mi un auténtico putazo en la cara, de esos que ya te arrastraron tres cuadras antes que termines de depertarte. Depués de leerte estoy en perfecto frenesí como para ponerme a revisar aquellos textos que deseché por su coloquialidad...

Llegué a este lugar por recomendación de Alberto Chimal y creo que es de lo mejor que he encontrado. Leeré poco a poco estos relatos... un saludo.