jueves, 10 de junio de 2004

11. AUN BEBO SOLO

"Lo siento", fue lo único que evité decirle. Vino hacia mí, muerta de miedo y con el alma en la mano pero ¿por qué tuve que ser yo? Tenía unos meses que no la veía, yo viajaba a cada rato y ella, mientras tanto, se entretenía coleccionando chicos de veinte años. "Es que son tan lindos", me decía, y claro, yo intentaba comprender esa extraña afición, sin embargo, la muy puerca empezó a contarme cuantas veces se la había mamado a un tal René, si le metían el puño o no sé qué cosas en el culo; harto de su falta de estilo, la mandé al demonio por puta.

No soy celoso, es más nunca lo he sido. Soy tan desapasionado con las cosas que quiero, que no me importa realmente si las pierdo o las conservo. Por ejemplo, mi primer novia era una idiota que quiso darme celos acostándose con mi mejor amigo. Discutiendo, tanto él como yo, coincidimos en que era muy mojigata y una hortera en la cama; después, bebiendo una botella de Scotch que le birle a my old man, nos reímos de ella al recordar el tamaño desigual de sus tetas y cómo insistía en que usáramos condoms.

Esto era más difícil, estaba bebiendo y estaba en este bar tan tiki, hiper atormentado a mis 23 años, con un título universitario desechable y un brillante porvenir (al menos eso fue lo que me dijieron en una ridícula ceremonia de fin de cursos). Me gradúe con honores y ¿para qué? Yo nunca dije que deseaba solamente triunfos y días felices pero esto, chingados, ya es un abuso.

¿Qué ya no hay tiempo? Eso lo sé pero no me importa, al final la vida es sólo un momento trágico que no me interesa vivir. ¿Decepcionado? I don't know, a veces pienso que sí pero, para qué repetir lo mismo que han dicho otros: esto es la histeria y el mundo una mierda. Aquí cabe la pregunta: ¿pero de quién?

Fui al baño a mear el octavo especial y al regresar Paul, mi mejor amigo, me decía: "Escúchame mano, yo también tengo problemas y no me ahogo en ellos". Como loco repliqué con un “¿De qué hablas pendejo, quién tiene problemas?” Él se quedó callado, lo que aproveché para decirle: "Mira Paul, a mí no importa si te drogas, si te inyectas, si revientas. Tan sólo deja de joder con esa cantaleta de ‘¡Uy sí, yo te comprendo!’". Se levantó de su silla, tembloroso apuró el último trago de su whiskie y casi llorando, lo juro, espetó un "¿Por qué eres así de mamón conmigo?".

I hate all the drunkies, really. Un instante después, lo vi salir tambaleante del bar; cuando le di el primer trago al siguiente especial, me di cuenta que estaba bebiendo solo.

Eso me gustaba, sí que me gustaba.

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revisión 2004: Un texto pre-alcoholímetro, too much burlón (el primer párrafo se refiere a X chica que conocí) e irónico (el segundo, a otra más indeseable aún). El quinto párrafo va dedicado a todos aquellos amigos que han intentado Psicologí­a 101 punto drunkies. Creo tener idea de por qué es uno de mis relatos con más éxito entre en lectores masculinos.
Este texto fue publicado por primera vez en el zine El olor del silencio.

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