ESTOY ENFERMO [sic].
De antemano sabía que no siempre existe una puerta que cerrar para escapar de la realidad. Estaba solo, agitando mis recuerdos y creando, de manera rápida, un cierto pánico existencial asfixiante. "Cuanto tiempo más vas a esperar? Todo tiene un límite, ¡no bailes aquí!", grito enojado el psiquiatra cuando observó lo que yo hacía. Claro, puede que tuviera razón pero ¿en dónde diablos le enseñan a uno a no ser un imbécil? Para mí, él era un asshole que, como todos esos terapistas de salón, únicamente buscaba dinero. Cincuenta dólares por consulta, yo todavía me estoy riendo; me quería tratar como si fuera un pobre Superman rescatando ilusiones abandonadas por la falta de love. Yo era un caso perdido, enganchado a una siniestra imaginación que volcaba en experiencias todavía peores y que, afortunadamente, no necesitaba métodos sofisticados para entender una decisión lógica. Lo mío no era un sueño.
LA INOCENCIA O EL MUNDO.
Había detectado una esencia rara en el aire, que lo hacia sucio y pesado. Era un olor tan fuerte que me hacia fruncir un poco la nariz pero, en la city, todos parecían aceptarlo. Yo me preguntaba a cada instante: ¿De dónde viene ese espantoso olor? ¿Es el drenaje, las fritangas o el sexo de las prostitutas juveniles que se apostaban en las calles? No lo sé, casi siempre fallo y casi nunca puedo asir este intento de realidad. Estoy permanentemente distraído y fuera de lugar. La gente hace cosas, se divierte y yo no podía ni siquiera descifrar ese maldito olor.
Tras no sé cuantos días sin dormir, decidí que todo se debía a un mal corte de cabello. Cuando resolví el misterio estaba frenético, delirante, como sí, por el momento, debiera darle gracias al señor por... ya olvide por qué.
SE MUEREN LAS ESTRELLAS.
Me pongo de rodillas y rezo por aquellos que soñaron con llegar a esta fecha, aquellos que se vieron sobrepasados en imaginación; esos que creyeron haber alcanzado la gloria mañanera y descubrieron, trágicamente, que era falsa la historia. Nos deslizamos en unos años dorados de viento salvaje y la mayoría de la gente, inclusive yo, se acerca a Dios con un miedo finisicular. Otros, mucho más listos, echan a andar la maquinaria y sonríen autosuficientes, sabiéndose poseedores de una multipublicitada sinergía divina que utilizan como la necesaria interface entre plegarias poderosas y pecados latentes. Son profetas de carisma y fotogenia, los que nos venden vía electrónica pedacitos de cielo y que fingen escuchar nuestras voces clamando ayuda, atención o el close-up de un protagonismo en gracia. Somos tan estúpidos que ahora confesamos nuestras cuitas en televisión, nos quejamos por no ser excelentes y todavía creemos que ése, dinero y curso de por medio, es el camino que nos librará del Infierno.
AVAILABLE NOW!
Incapaz de concentrarme pienso en el cielo, la lluvia y lo difícil que es vivir; en relojes digitales, calculadoras científicas y postales del Japón. Cansado, utilizo mi última moneda para llamar por teléfono a mi mejor amigo: ya no está, ya no existe; murió antier por sobredosis y, según me cuenta su hermano, en su funeral hubo muchas flores y condolencias. Fuera de un bar, una vieja loca me grita que yo nunca seré feliz porque las ruedas de hierro mantienen el party en vilo. ¿Cuál party? ¿Cuáles ruedas? No obstante la advertencia sigo caminando y al llegar a una esquina observo el letrero de neón que dice: "Bienvenido al planeta ruido" y me digo a mí mismo: "Yo lo sabía, todo es un placer sintético". Esa revelación me hizó, a pesar de que no comprender por que la mayoría de mi tiempo libre estaba tan aburrido, aferrarme a un estado de conciencia más alto. Ya era muy tarde cuando descubrí que soy yo mismo, nostalgia e incertidumbre.
-----
revisión 2004: Mmm, el texto inicia un juego de palabras (una canción del grupo hispano Golpes Bajos y un trabajo de un escritor neoyorquino que no recuerdo ya el nombre). Búsqueda religiosa meets pop culture. Un (falso) nuevo orden? Pues eso.
lunes, 14 de junio de 2004
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario