GENERATION TJ (publicada en Bitácora el 16/01/95)
Tijuana huele a espíritu post-adolescente en plena ebullición: en cualquier sitio se palpa una euforia finisecular que trasciende cualquier intento de análisis. De veras, yo no lo entiendo ¿por qué los lugares de esparcimiento están repletos si estamos viviendo una de nuestras peores crisis económicas? Entre tanto, ocupamos una mesa en el bar de moda desde la que podemos ver a la gente moviéndose espasmódicamente bajo el influjo especulativo del miedo, sin saber si quedarse en un sitio, tomar algo, saludar a los amigos o seguir una ruta indefinida con efecto de pinball.
Mario bebe agua mineral mientras voy a la barra por mi tercera Modelo. Cuando regreso a la mesa, vemos entrar a un grupo de chicas en plan desmadre; por sus gritos nos enteramos que vienen del concierto de una banda hardcore. Una de ellas lleva el pelo rojo eléctrico, que hace una semana era rubio oxigenado; con un desparpajo increíble llega a nuestra mesa, esboza una sonrisa borracha y no pide, exige un cigarrillo. A mí me dan ganas de decirle "fuck you" pero Mario, más educado que yo, le extiende el Marlboro y la chica se marcha tan campante como llego sin decir un "gracias".
Suena por las bocinas aquello de "...en la estética llevamos nuestra etiqueta Buru Garbiketa" pero claro, la voz en vasco dificulta que este personal se entere de que va el rollo que pregona Negu Gorriak. Intentamos seguir nuestra charla sobre los artículos del nuevo Topodrilo (realidad virtual, la apertura democrática en nuestro país, el lenguaje marginal) cuando llega otra drunkie a montar una escena peor. La observo en lo que cuenta su historia: veinteañera, obrera en una maquiladora y punk de findesemana; está pasando por su tercera resaca del día e insiste en que el besar a otra persona no significa compromiso alguno mientras que, ladinamente, se toma mi cerveza. "Un trago, chiquito" me dice confianzudamente, le miro los dientes amarillos y despectivamente digo "Tómatela, es tuya"; ella no se hace de rogar, le da otro trago para continuar con su letanía de incoherencias pero yo no estoy de humor para aguantar idiotas, con un "we're leaving" nos despedimos.
Ni siquiera estaba buena la estúpida- le digo a Mario, para después preguntarle si vamos por un café y él, riéndose, me comenta que hace un par de semanas invito a unos amigos al café de la Plaza y le dijeron "¿qué? ese lugar es de maricones". Oh sí, Rubencito y su clica homofóbica.
En el camino nos encontramos a Pepe y a un amigo suyo, que no sé de donde salió, pero que nos invitó a los tacos. Al notar que nos sorprende la cantidad de tacos que se come, el tipo aclara "Cuando tomo esa fregadera me da un hambre bien cabrona".
Pedimos nuestros tacos y estaba atorándoles el diente cuando volteó y veo a un perico mordiéndole el hombro al amigo de Pepe. Le digo "Oye, tienes un perico..". pero no me deja terminar y dice "Ya me lo eche". Los tres se ríen y yo, un poco confundido, insisto: "Tienes un perico en el hombro". En ese instante, lo veo voltear lentamente la cabeza, ver al dichoso pájaro tan cerca de su cara y pegar un grito; con la mano izquierda embarrada de guacamole, golpea al perico que se revuelca como loquito en el piso. La dueña del animal se nos queda viendo muy feo; para nuestra suerte, él paga lo de todos.
Aprovechando sus palancas, entramos a otro bar, lleno a reventar, sin hacer cola, bebo una Tecate y escucho por enésima vez el "in your head, in your head.". La noche -como la crisis- todavía no termina.
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