Yoani says
Yoani dice que nos queda tan poco miedo a reciclar en dramas y comedias, que el fin de la ilusión ya tuvo lugar, que la blasfemia es cosa de viejos y el pedir permiso algo peligrosamente infantil cuando la realidad expropiada nos estalla en la cara.
Yoani dice que necesitamos el oxígeno de la información, que el control obsesivo no es una causa revolucionaria, que los muros impuestos han ayudado a descubrir o por lo menos a intuir una vida mejor más allá de éstos, que las intenciones añejas son fantasía en rebajas como esos ideales con grilletes perpendiculares que nunca sacian al hambriento.
Yoani dice que la suma de golpes que hemos recibido nunca es bienaventurada como tampoco lo es el resumen aportado por esos bastardos que viajan a países pequeños para satisfacer necesidades primarias y los oportunistas forajidos que rinden tributo a una mentira tan desfasada que se perpetúa en sí misma en un rollo post-nothing.
Yoani dice que los sueños son tan importantes para los jóvenes como la paciencia lo es para los viejos, la apatía apenas un suspirito que sostiene lo insostenible y que el intercambio carnal es cosa explicable y hasta redituable pero no por ello el futuro digno de una generación que enarbola el “Yo, ahora”, que hay que escribir que el pollo del arroz con pollo por fin será pollo y no una discusión académica de carácter subjetivo.
Yoani dice que entre los amigos perdidos por el destierro y el hilo nostálgico que atraviesa a todos los retornados, hay más piezas que hacen encajar todo de golpe, algo de corredor de fondo y del dolor de los adolescentes con el corazón puro. Un cuento compulsivo que ya dejo las cloacas de la desidia.
Yoani dice que aquí no hay que salvar a la porrista o cantar el mash-up de un par de canciones que tuvieron éxito en los ochenta, ni seguir una estética que viene de fuera como una suerte de continuación de una juventud estancada por la frustración y esos ciclos de silencio que ya no podemos aguantar.
Yoani dice que se cansó ya de la hipótesis del conformismo, de una inquisición con uniforme policial y el engaño de una tarjeta de racionamiento, de mítines de repudio y la paranoia heredada que ya no satisface a nadie, ni siquiera a los creyentes.
Yoani dice que espera una primavera que no sea negra, sin crispación y ese olor a miedo que nos hace preguntar a menudo un ¿por qué nos han hecho esto? Entre apagones y campañas de hostigamiento, encontraremos la manera de resolver esa extraña sensación de vaciedad, de librar el cerco amurallado que impide una comunicación libre y ciudadana que se refleja festivamente en un pancarta que exige “Compañeros: Menos odio, más ocio”.
Yoani dice que la ciudad desvencijada será nuestra una vez más, que el fin de la larga noche oscura será el resultado del naufragio y la caducidad de algo más que los víveres que atesora el Capitán Lastre mientras se hace una eterna paja en los períodos especiales que aguantamos. El brillo de la posterioridad comenzará más allá del derrumbe y la derrota.
Yoani dice que ahora mismo no hay nada que celebrar pero que, si hacemos caso al rumor social, tal vez mañana sea el día que estamos esperando. Lo demás, en ese momento, para todos nosotros será periódico viejo.
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*Este texto aparecerá en la revista El Perro (en el número dedicado al ocio).
viernes, 15 de enero de 2010
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