En la esquina del barrio, siendo un chaval a escondidas de sus padres, encerrado en el garage, con ellos en la sala de una casa de interés social, frente a la foto familiar, en la fiesta de aniversario, la noche de graduación, en la boda de un gran amigo, en el entierro de un familiar lejano, en el estacionamiento de la escuela, con el sueldo de otros, en el concierto que recomienda con cuatro estrellitas la guía del ocio, en un bar de rompe y rasga, yendo al guateque al que no fue invitada, empujando el sentido de diversión, en la escalinata de la vieja catedral, camino a casa, viendo pasar a la patrulla, a bordo de ella, despidiendo al último día en que se hablará de ella.
En la recámara escuchando a todo volumen a gospel o click’n’cuts, para sentirse into the groove, en una oficina del Palacio Municipal, en un cine de sesión continua, asustado en un callejón oscuro, por compromiso adquirido sin saberlo o una mala apuesta, en pleno colapso, para sentirse mejor o peor (aunque no sea así), para estropearlo todo y después corregir el rumbo, leyendo los manuales de una vida ordinaria, al seguir los doce pasos de auto ayuda, tomándose fotos, sin un asomo de remordimiento, con una tarjeta bancaria con saldo en ceros, con los nuevos billetes, viendo el promocional de una campaña condenada al fracaso, cuando todo termina y el dolor duela, para evitar sentirse solo y por no poder hacer nada, cuando el poli no ve, para adentrarse en uno mismo, para desafiar a la autoridad, para regresar a verificar aquello que nunca ocurrió, por recordar la primera vez, por los viejos tiempos y lo que ya nunca estará, en el cuarto frío de un bar alternativo, revisando recibos por pagar en el penthouse de luxe, mirando como se difumina una línea blanca.
Ante chispas de fuego, a bordo de una vespa, frente al signo de neón de un bar de postín, eufórica en el dance floor, aspirando el humo en una calle mojada, al asomarse por la ventana y sonreír al ver que es demasiado tarde para comprender, en un picadero de mala muerte, con la esperanza de que no se note tanto, porque no se tiene ni puta idea del mejor momento de las cosas, en las colonias perdidas de la periferia, a bordo del taxi, cuando se pone el sol en la playa, en los patios frontales de las zonas exclusivas, escuchando mp3’s, para seguirle el juego a un malandro y tener un pretexto por el cual escribir, para sentirse incluido en un discurso mediático que asusta a medio mundo, en un bar de putísima madre, cuando la cabeza da vueltas, en el mero corazón de la city esquivando carteristas, en cualquier lugar, a toda hora, por diversos motivos.
A la salida de una sesión de aerobics, escuchando la histeria magnificada de un born again christian en una esquina cualquiera del downtown, por desatino, para no sufrir más, antes de hacer algo, para tratar de abatir la opresión, en la exposición de arte conceptual, en el buffete de las 10 de la mañana, a bordo del auto, por subversión y por entrar en trance, para aclarar dudas y formularse nuevas preguntas, bailando soul y haciendo el ridículo en un karaoke, ante la perspectiva de entrar a ese lugar y no encajar, por razones de corte académico, por un complejo de rockstar, en el edificio del partido, al tener las otras puertas cerradas, por creer en algo, para dejarse caer, sin prisa ante tanta estafa, para reventar estereotipos y reinventarlos, porque no sabe decir «No», por angustia y desencanto, por culpa de Timothy Leary, por visitar la sala de emergencias y para disimular el peso de una semana atroz, para expresar luego las cuitas de una desintoxicación en los tv shows.
Al recuperarse de un face-lift, para soportar la maldita soledad, leyendo un libro que nunca se termina, para esquivar el desamor y fingir ese sentimiento de diversión, para celebrar el cierre de un trato excepcional y compartir el último logro, al iniciar una relación de complicidad, para asustar a los viejos al traerse a casa chicas delirantes, por no tener nada mejor que hacer, para (des)conectarse en un canal de acceso restringido, como expresión de una reckless youth, acatando las instrucciones de un email, por extender el instante de sensualidad, escuchando jazz trasnochado o viendo en vivo a Roni Size, por el sonido alterado del dúa-dúa y el repetitivo chis-pun-chis-pun, haciendo un searching en allthewev, leyendo los archivos de liberadamaria.blogspot.com, en la cabina del teléfono con la nariz sangrante, por la influencia de la moda y la permisividad social, para contrarrestar el influjo de la hipocresía y por la alegría de vivir como si siempre fuera ahora.
Por una religión y el poder y el dinero que se tiene o no se tiene, para sobrevivir los domingos aburridos y una existencia de segunda o para extender el éxito que llega de repente, alucinando con el post-rock de última generación, al cumplir una promesa y enterrar el pasado y avizorar el futuro, por culpa de Lou Reed y su caminar en el lado salvaje, debido a Burroughs y sus cientos de anécdotas, por el sentimiento de culpa impuesto por 2000 años de cultura occidental, por la falta de algo que no se sabe qué demonios es, como reacción ante tanto infomercial, para cambiar de roles, para aguantar el tipo en la junta de negocios, ante la presencia de micrófonos y cámaras televisivas, para no sentirse tan sólo cuando se deja de escuchar los aplausos, por llevarse el gato al agua, por purita rebelión, por saber que no hay nada que temer, para comprobar lo que otros han dicho ya, por fallar ante la tradición y por aspirar el sabor del fracaso o de la gloria al hacerse daño.
Para decir «lo siento» , para exclamar «lo hice y ya», con el poder de las palabras, por encontrar divertido el riesgo, dando vueltas por el boulevard en un auto recién sacado de la agencia, probando las bocinas del estereo con un cd de norteñas, para no cagarse de miedo ante una big adventure, para arrepentirse después, por el peer pleasure del contingente IN y por hedonismo aplicado, por abandonar la cobardía en una larga caminata sin destino y por encontrar cierto valor de los excesos, ante la (des)información cotidiana, porque es cool y por una situación de lenguaje, por estar en el mero borde de las cosas, por curiosidad de eso que otros pregonan por la televisión, para sentir el frenesí de la creación, para (de)construir la realidad, para que alguien tenga trabajo, para indagar la veracidad de los llamados paraísos artificiales, por saldar una cuenta pendiente, por compartir con alguien un instante que, a menos de que aparezca en un recuadro de la página policíaca, será inolvidable
Mientras se prepara para una blind date, opinando en cadena nacional, en el intermedio de la película y en el fulgor de los días, porque la ruta de destrucción y el camino de la sabiduría es el mismo, en los afterhours y en las horas de trabajo, antes de que tomen la foto que aparecerá en la página de Sociales, entre café y café, al fundirse en otra alma, en el transcurso de un rave, en el cuarto de hotel justo antes de coger, para aguantar el sermón en la misa dominical, al llegar a casa, por aburrimiento, con la fe puesta en ello, en los breaks, para asesinar un futuro no sustentable, para leer una reseña no favorable y enterarse del adiós que golpea el corazón, por la herencia de los malditos hippies, durante los comerciales del último reality show, para sentir el colocón en el coletazo del weekend, por ese falso propósito de búsqueda existencial, por hambre y por simple deseo de estimulación, en el declive de una civilización, por emular al ángel exterminador y prolongar una noche de suerte.
Por el punk, el hip hop y el acid house, por el rush, por el despertar de los sentidos, por que nunca es hoy, por tener algo que contar, para reírte hasta el infinito, para encontrar una pota emoción y escapar de una vida patética, después del ensayo sabatino, pisando el acelerador del auto hasta el fondo, escuchando death metal o esos maratones del rock de los ochenta, para llegar hasta el final y pelear la última caída, para no enamorarse de un sueño que se rompe frente a todos, como desahogo de responsabilidad, porque Candy says y los cómics lo afirman, para (di)vagar y sentir el verano entre la desolación, ante un reto difícil, para tener una promesa que cumplir, para besar a la muerte y desviar la atención, porque así se quiere y así se desea, aquí y ahora, como todos, sin saberlo, porque al final todos son sensaciones y eso es la felicidad, porque la vida es corta y se acaba y porque ¡qué más da!
jueves, 14 de diciembre de 2006
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1 comentario:
El análisis linguistico de este texto estaría bien chido... si hiciéramos el grafo de dependencias sintácticas sería como una flor: todos los pétalos apuntando hacia un solo centro: el predicado: "la gente se droga"
un saludo
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